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La diaria decepción de vivir la vida que nos ha tocado, es algo a lo que nos hemos acostumbrado. Relucientes e impecables, andamos a diario a la vista de los demás, con el simple motivo de cumplir las expectativas. Sin embargo, dentro de este caparazón que cada día me hace ver mas como una tortuga ciega, se erige la incertidumbre de saber el por que. Quisiera entender, por que no alcanzo el placer de hacer las cosas por que si. Conocer, el placer por el que otras personas se sorprenden cuando ven esas cosas en mí. Sin embargo, aunque no sea culpa de nadie más que mía, suelo guardar mis incertidumbres y proyectarlas a un fin que solo es llenar el vacío por un momento.
Ese momento, es cuando llegas tú.
Buscarte no es algo que haga con facilidad. Se donde verte. Se como escucharte. Pero, ya que la realidad que fue, y la que hemos creado para un futuro en que la distancia entre ambos es solo la forma de existencia permisible, no se concibe darme este lujo que sería cazarte cual cazador de ardilla furtiva. Simplemente, no es permitido. Y lo acepto. No eres, ni serás para mí. Sin embargo, cual si fuera niño de primaria, he querido ser tu amigo. Aunque la náusea de serlo implica que simplemente no lo soy. Y lo acepto.
Pero, irreverente y arriesgado como soy, me he atrevido a buscarte en la distancia, aunque no sea de manera frecuente. Y no eres Eurovisión, lo sabes. Pero al menos, una vez al año, me encantaría disfrutarte por solo unas horas. Es mucho pedir? Si, si eres de ajena propiedad, como solemos decirnos. Pero no te he pedido nada que no puedas dar. Conceder un poco de tu tiempo, y compartir un poco de mi espacio, es lo único que esperaba. Como saberlo, tu? Muy sencillo: me conoces. Sabes que hasta donde digas tú, iré yo. Te respetaré, como tú lo decidas.
Y ya hemos hablado ad extenso sobre los detalles de mi fijación por ti. Pero sabes que contigo, soy inofensivo. Nunca has gozado el placer de ver, a tus propios ojos, cuan desgraciado puedo ser. Y he trabajado mucho por serlo cada vez menos. Con los demás, al menos. Pero es que a fin de cuentas, contigo, nunca he tenido que ser el yo que una vez fui para todos, y que hoy solo soy para algunos. El yo que siempre te ha dado miedo. Y el yo, que gracias a ti, y por mí sobre todo, he dejado de ser.
De tímida forma, te solicité audiencia. Renuentemente, aceptaste. Con valor y coraje te llamé. Cordialmente aceptaste. Con ansias te esperé. Nunca llegaste. Nunca llamaste. Tampoco respondiste.
Que duele de todo esto? Que siempre es lo mismo. Soy un estúpido, al considerar que alguna vez será distinto. A mis 27, me doblas cual si fuera de 15. Y nadie más puede hacerlo.
Es absurdo esperar algo diferente. Pero no es tu culpa. Es sólo mía. Por buscar algo ajeno. Por querer algo que se me ha negado.
No puedo, sino cuestionarme, como imbécil que soy, si acaso estoy tan retrasado mentalmente, que lo único que puedo cuestionarme es “por qué se muestra tan cordial conmigo, si ambos sabemos que no cumplirá palabra ni solicitud?”
Sin embargo, soy como el robot aquél, que en su disfunción plena, era cuando mejor obra creaba a la vista de los demás. El ardor que me causa tu desdén, hace fluir mis mejores palabras. Y hoy por hoy, sigues siendo mi musa cuando las palabras se hacen escasas.
Pero he de alejarme. Lo intento, y casi lo logro. No quiero no conocerte. No quiero borrar el aprecio por ti. Pero tú me haces desearlo, con el fin de castigarme a mi mismo, por no renunciar a ti. Odio este aprecio. Lamento esa alegría. Mato esta vida, para poder vivir sin morir por ti.
Te esperé. Miércoles… Jueves. Esperé. Escribí. Pero no pudo ser.
J'espérais, je te cherchais
J'aime tes secrets et je n'ai peur de rien.
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